1. Alégrate con la delicadeza de Cristo.
Antes de considerar cómo vivir, es de importancia esencial recordar el significado de la belleza que Cristo ha mostrado en tu vida. En el caso de que no recuerdes la adoración que Jesús tiene por ti, te resultará sencillo no apreciar a los demás. Por lo tanto, antes de considerar cómo debes ayudar a Cristo, considera cómo te ha ayudado el Hijo de Dios (Gal. 2:20). De esta manera el deber para con Jesús será más sencillo y feliz para ti.
2. Consuma la Biblia.
Cada cristiano -no sólo los jóvenes- debe beneficiarse de la Palabra de Dios como si fuera un niño ansioso. Intenta no decir "así sea" a nada que no esté especificado en las Sagradas Escrituras. No te fijes en ninguna voz que surja en contra de la revelación del Altísimo. Lean la Biblia día y noche. Fabrica tu vida sobre la piedra de la Palabra. Con todo, Dios respetará a los individuos que honren Su Palabra (1 Sa. 2:30).
3. Implora, pide, pide.
Afina tu corazón para estar constantemente en comunión con el Padre. En cualquier caso, cuando no estés en la capilla o en tu habitación, acude al Señor constantemente. Mientras lavas los platos, aclama al Señor. Mientras paseas por la calle, celebra a Dios. Aprovecha cada segundo para reflexionar sobre Él y dirigir tu espíritu al soberano solitario (1 Tes. 5:17).
4. Mantén tu virtud sexual.
Recuerda que eres un santuario del Espíritu Santo. Tu cuerpo no tiene lugar contigo. Como nos aconseja el valioso Catecismo de Heidelberg "Yo, con el cuerpo y el alma, tanto en la vida cotidiana como en la muerte, no tengo un lugar para mí, sino para mi confiable Salvador Jesucristo. Tus apéndices no son tuyos. Tus ojos no son tuyos. Tienen un lugar para Dios, para Cristo y para el Espíritu. De este modo, evita todo lo que pueda alejarte de Dios. Guarda tu virginidad para la maravilla del Señor, para que puedas ofrecerla felizmente a tu compañero en la noche de bodas (Heb. 13:4).
5. Utiliza tus dotes para servir en tu iglesia cercana.
Dios te ha bendecido con bendiciones y habilidades. Por lo tanto, úsalas sólo para la grandeza de Su nombre. Usted percibirá como Él abrirá entradas para que usted les dé algo que hacer. En lugar de confiar en que todo el mundo te sirva, da un paso adelante y empieza a servir a los demás en la iglesia de tu barrio. Hazte accesible al ministro y aconséjale: "Ministro, cuente conmigo para cualquier cosa. Necesito ser un regalo para mis hermanos y hermanas de confianza". Ayude en todo lo que pueda. Averigua cómo celebrar con los individuos que se alegran y cómo sollozar con los individuos que sollozan. De esta manera los hermanos verán la adoración por Cristo mostrándose a través de tu vida (Gál. 5:13).
6. Estudia una buena convención.
Lee libros iluminadores. Invierta energía con otros hermanos que ven las cosas de Dios apropiadamente. Presta atención a ellos. Aproveche lo que ellos le digan. ¿Por qué no leer un libro juntos y después comentar sus apreciaciones sobre el mismo? ¿Algo como Doctrina Bíblica de Wayne Grudem o La Soberanía de Dios de A.W. Pink u otros creadores sólidos como John Piper, John MacArthur, Paul Washer, R.C. Sproul, Charles Spurgeon, Martyn Lloyd-Jones, Sugel Michelén, Miguel Núñez, etc.? Sea enérgico sobre los cinco pilares de la Reforma Protestante: Sola Scriptura, Sola gratia, Sola fide, Solus Christus y Soli Deo gloria. Pide a Dios que selle estas magníficas realidades en tu alma (Tito 2:1).
7. Trabaja como una máquina.
Procura no ser lánguido. La Biblia nos exhorta a no ser indolentes, sino imitadores de los individuos que mediante la confianza y la persistencia adquieren las garantías (Heb. 6:12). ¡Aplícate el cinturón! Sé el mejor trabajador que puedas. Trabaja como José en Egipto y como Daniel en Babilonia. Cuando su supervisor le pida que realice algo, hágalo con energía. Cuando vayas a trabajar, recuerda que tu actitud de trabajo duro es un método excelente para adular al Señor. Ama al Señor a través de tu trabajo. Dios se alegrará ya que estás dando una declaración decente de Su Hijo. Sométete a tu jefe y realiza más de lo que te pide (Mt. 5:41).
8. Sé modesto.
Dos o tres meses antes hice una reunión con Miguel Nuñez y me aconsejó: "Los jóvenes son extremadamente alegres, creen que lo saben todo y quieren hacerlo todo". En esta línea, es vital ser modesto y tranquilo. Independientemente de que seas más inteligente o tengas un mayor número de bendiciones o más encanto que los demás en la iglesia de tu barrio, ¡no te confíes! "Porque el que se cree algo, no siendo nada, se engaña a sí mismo" (Gal. 6:3). Humíllate. Aprovecha a los mayores de tu congregación. Ellos son más sabios, tienen más experiencia y se desarrollan más que tú. Intenta no considerarte la última Coca-Cola del desierto. No eres insustituible. Dios puede impulsar su Reino sin ti. Pide continuamente al Señor que te mantenga humilde (Isa. 66:2).
9. Crecer a tiempo.
En las expresiones de Jairo Namnún: "Si es concebible, crezca tan a tiempo como sea posible. Trabaja lo más pronto posible, cásate lo más pronto posible, sirve en tu congregación lo más pronto posible. No tiene sentido ni razón posponer la edad adulta o la edad avanzada. Ni la juventud ni la juventud son excusas para tener la opción de seguir con nuestra vida para Dios". Así que madura antes de lo previsto. Sé un adulto. Deja de comportarte como un niño. El Señor no necesita que seas el cómico de tu congregación. Ten calma (1 Cor. 16:13).
10. Recuerda el evangelio.
Recuerda que cualquier palabra de sabiduría es difícil de seguir sin la fuerza del evangelio trabajando en ti. Recuerda continuamente dónde está tu personalidad: no en tus obras, no en tu estatus, sino en la persona y la obra de Jesucristo. Busca sistemáticamente conocer a Cristo, y a él ejecutado (1 Cor 2:2), y deja que el evangelio sea el punto focal a través del cual comprendes las Escrituras, tu servicio y tu vida.
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